miércoles, 2 de diciembre de 2015

CRÓNICAS DE LOS VIAJES DE MANGUO DE BIGOT. PARTE I



Hijos míos, se que lleváis años agachando las miradas acusadoras de los bienpensantes de Manguara, atesorando los reproches que nadie supo hacerme en persona y soportando las maledicencias de los ancianos del Consejo.

Nada os ha faltado, y pese a no dejaros grandes caudales, todos lleváis el escapulario de Oxfordseb al cuello y me he preocupado de que cada uno de vosotros cuente con una dote que le permita acceder al matrimonio con una joven de buena familia. Bueno a Mangui no, pero ese diablillo tiene un oficio con el que ganarse la vida, si viviéramos aún bajo el yugo de los Barbilampignos sería el puto bufón de la corte, pero en esta república liberal es un empresario del entretenimiento, del showbusiness, un industrial del ramo del ocio infantil...

Cierto es que no he consumido la vida atesorando capitales como se supone que todo Bigot de bien ha de hacer, conduciéndome como un antiguo fenicio y medrando por conseguir un puesto en el senado; no menos cierto es que siempre me he rodeado de barraganas eslavas, suripantas cobrizas y meretrices zaínas. Verdad es que he disfrutado de licores y copiosos banquetes, pero nunca he mancillado el buen nombre de mi familia, y queridos hijos quiero que sepais que os voy a legar el mayor tesoro que un hombre de Manguarés ha dejado nunca en herencia, las historias de mis viajes, el conocimiento ancestral de mis aventúras por los siete reinos: Las crónicas de los viajes de Manguo de Bigot, embajador de facto de la República de Manguara.

He hacho llamar a un escriva para que recoja todo lo que voy a contaros, mi mano derecha está temblorosa y debil, apenas me alcanza para el vicio de Onán, y el muñón como sabeis, no me permite gran cosa.

Hijos míos tomad asiento los quince en torno al lecho, no veo bien con la penumbra, dejad que los negros se pongan cerca mía para distinguir las facciones de sus rostros. Degradaos por colores hijos, ayudad a la cansada vista de vuestro vetusto padre, exacto los cobrizos inmediatamente detrás...

Os narraré la historia de mi vida, de cómo participé en la gran revuelta, de mis viajes por los siete reinos, de cómo descubrí remotos parajes y conocí a vuestras casquivanas madres, la historia de un hombre entre muchos que se encaramó a la cima del muro velludo y rechazó las ofensivas álopes mientras lo consolidaba gota a gota con su simiente.

Poneros cómodos, echad otro leño al fuego y servidme una copa de hidromiel...

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