20 de diciembre, año
624 desde la muerte de Fray Alosebo de Padua
El caos reina en Koland.
Hoy teníamos previsto alcanzar las faldas de las montañas
koñeras pero anoche sucedieron varias cosas que hacen que tengamos que cambiar
drásticamente de rumbo.
Estábamos acampados en un clavero del paramo, adecuadamente
refugiados para pasar la noche, el campamento estaba completamente montado y
habíamos rodeado su perímetro con estatuillas de la mujer búho. Como todo el
mundo sabe esta diosecilla lar del sultanato de peñarroya es lo que más asusta
a las bestias sodomiformes ya que temen su mortífera acción capadora y así
rodear el perímetro de estas estatuillas es la mejor manera de mantener
alejados a estos monstruos. Pues bien, cuando habíamos terminado de rezar
nuestras oraciones y nos disponíamos a entregarnos a un sueño reparador oímos
ruidos cerca del campamento, suponiendo que los monstruos que aquí habitan
habían logrado superar su atávico miedo a la diosecilla peñarroyil nos
dispusimos a defendernos y a vender caros nuestros accesos traseros, pero no
fue necesario.
Lo que avanzaba por el sendero no eran monstruosos
sodomiformes si no mi fiel indiano, seguido de las huestes que habíamos dejado
en koland, en sus manos, como un despojo informe llevaba una camiseta manchada
de sangre.
La historia que contó era terrible.
La historia que contó
el indiano
“Cuando vos partisteis, sucedió lo impensable. Los ancianos
koñeros siguieron corrompiendo a los jóvenes ko, les insinuaban que perderían
su fuerza, los alentaban a recuperar las viejas costumbres, los indisponían
contra nosotros. Así pues, poco a poco el ambiente se fue enrareciendo, nuestros
hombres ya no podían alejarse demasiado de la cueva real. Varios pequeños
picaros recibieron palizas por salir solos y derribaron la imagen de nuestra
señora de los remedios sustituyéndola por la de su bárbara diosa y ante ella
realizaron un sacrificio de un alope adulto.
Así las cosas, solicité al príncipe koñero que le hablara a
su pueblo, que lo recondujera por el buen camino, que intentara apacentar a sus
salvajes, pero no sirvió de nada. La gente comenzó a llamarle “El príncipe
oxfordsebita” primero entre susurros, pronto abiertamente. Según supe después
había una serpiente entre nosotros, maese gafas, el que ud, en su infinita
bondad y misericordia, había creído como mas adepto a nuestra causa por poseer,
rudimentarios conocimientos de escritura y haber superado un curso de verano en
oxfordseb, no era si no el cabecilla de la rebelión, él era el que estaba emponzoñando
las mentes y espíritus de los salvajes.
La cosa empezó a ponerse fea, y a mis oídos llegó de, este
al que creía nuestro amigo, la noticia de que los nobles estaban conjurándose
en cruel chicana para ejecutarnos a todos y que luego, cuando Ud regresara lo tomarían
preso, le afeitarían la zona inguinal y lo sacrificarían ante la diosa Tupri.
Por tanto, poniendo en práctica lo aprendido en oxfordseb y en las duras calles
del pueblo donde nací decidí actuar primero. Invité a los prebostes y primeras
figuras de los salvajes a una cena de reconciliación entre los pueblos y alianza de civilizaciones y cuando todos
estaban dentro dando buena cuenta del banquete, cerramos las puertas y como en la
fiesta nupcial de Ulises segamos las vidas de aquellos que creíamos traidores.
A la postre, creo que fue un error. El pueblo, al enterarse
de la pérdida de sus nobles se enfureció y aprovechándose de la circunstancia,
maese gafas dio un paso al frente y trocó de amigo a enemigo liderando la
revuelta. Intentamos que el príncipe koñero saliera a calmar a su pueblo pero
maese gafas había hecho bien sus deberes, ante el pueblo había presentado al
príncipe como un enemigo de ko, un bautizado lo llamaba y el pueblo no quiso
escuchar sus palabras, muy al contrario le lanzaban piedras y otros objetos,
con tal furia que tuvimos que correr a refugiarnos en el interior de la cueva.
La mala fortuna hizo que uno de sus proyectiles le alcanzara la cabeza al
príncipe y en unas horas su espíritu abandonó su cuerpo con una oración a Fray
Alosebo.
Maese gafas, inasequible al desaliento, continuaba con su
labor de zapa, ahora decía habíamos ejecutado a su líder por negarse a convertirse
a la religión verdadera y si ya el pueblo ko estaba enfadado ahora era odio lo
que anidaba en sus corazones.
Era cuestión de tiempo que la turba asaltara la cueva real y
nos asesinaran a todos, por tanto tome la única decisión posible en tan triste
momento. Aprovechar la noche para huir de Koland e intentar reunirme con Vos en
el paramo. Y así lo hicimos.
Esa misma noche, en silencio abandonamos la cueva real y nos
dirigimos por las polvorientas calles de koland hacia el paramo de la casi
segura aniquilación, todo parecía ir bien y a punto estuvimos de lograrlo, pero
la mala fortuna se cruzó de nuevo en el camino alosebita. Una anciana parece
ser que de oído fino, oyó algo y despertó, no pudiendo volver a conciliar el
sueño asomose a la ventana para averiguar el origen del ruido o quizás solo
para observar la luna, el hecho es que al asomarse a la ventana nos vio.
Inmediatamente prorrumpió en bestiales gritos de alarma, “huyen, huyen los
alosebitas, acabemos con ellos”. Aquellos bestiales alaridos salidos de una impía
garganta mas parecían los aullidos de los perros del infierno que los de
anciana de la raza humana.
Los koñeros salieron de todos lados como quien pisa un
hormiguero y se desató el caos, entre los pequeños picaros, corrimos con todas
nuestras fuerzas por nuestra vida y pronto veíamos ya las lindes del paramo
donde hallaríamos nuestra salvación. Parecía que finalmente lograríamos nuestro
objetivo pero nuevamente la fortuna volvió a mirar hacia otro lado.
A mi vera corría Konoplyanka, veloz como un gamo y ágil como
un conejo, pero la desgracia interpuso un pequeño obstáculo ante él y quebrándose
como una hoja seca cayó al suelo quedando tendido ante la turbamulta koñera que
se acercaba. Me apresté a darle inmediato auxilio y posicionándome a su lado
nos arroyó la marea salvaje. Luchaban como demonios, pude abatir a varios pero
por cada uno que caía otros dos ocupaban su lugar, la batalla se prolongó, la
fiereza de los hombres ko no cejaba, hasta algunos expulsaban espumarajos por
la boca como si se tratara de perros rabiosos. Varias de aquellas bestias
cayeron sobre konoplyanka y acudí presto en su ayuda, pero los koñeros eran
cientos, si no miles y debieron de atizarme algún golpe por la espalda pues no
recuerdo más de aquella escena. Me debieron dar por muerto, ya que me desperté
entre cadáveres ko, pero de konoplyanka no quedaba más que su camiseta
ensangrentada. Al menos y a tenor del número de cadáveres vendió cara su vida,
imagino que se llevarían el cuerpo inane para devorarlo y adquirir así su
fuerza, pues esas son sus inhumanas costumbres. Recogí los restos del compañero
caído y partí al paramo en busca del resto de supervivientes y a tu propio
encuentro.”
21 de diciembre, año
624 desde la muerte de Fray Alosebo de Padua
Hoy he enviado un cuervo a Roma, la situación en koland no
aconseja el retorno a esas tierras de momento. Además según ha llegado a mis
oídos que los siete reinos están en peligro.
Los alopes han pisado suelo inguinal y han sometido las
musclelands poniendo allí a un títere por gobernante, hacen de él lo que
quieren, según cuentan las orgias depilatorias están arrasando toda la zona.
Por otra parte el dux de la republica manguarense ha caído enfermo de pesar
después de que su amado efebo café con leche se fugara en los brazos de un
radical. Almacenes manguara permanece cerrado y el primer manguaro no abandona
la residencia ducal, según cuentan siquiera puede levantarse de la cama, tal es
el alcance de su tristeza. Los alosebitas radicales han caído en el vicio de
las xipas, su capital se ha convertido en un negro agujero que rezuma
corrupción y fluidos a partes iguales, se ha convertido en una ciudad sin ley
donde todo se resuelve a base de mamporros seguidos por violaciones a
prostitutas, este mal se ha extendido hacia las tierras alosebitas legitimistas
y ha envenenado el espíritu oxfordsebita, cuentan que Don Paolo libre del freno
que suponía mi benigna influencia ha abrazado esta forma de vida radical y
permite que los bares de xipas hayan proliferado en la zona, cuentan incluso,
que se le ha llegado a ver disfrazado de xipa esperando que algún alumno se enzarzara
en violenta pelea y cuyo final fuera visitar las zonas inexploradas de su italiana
anatomía. Ni que decir tiene que el nivel de la escuela está bajando y que las
donaciones que antes fluían como ríos de cauce ilimitado ahora no son más que arroyuelos
secos de mínimo cauce.
De los gitanos nada se sabe pero con los zíngaros siempre
tienes que estar atento pues a la mínima debilidad acaban contigo.
Todo esto le he contado al santo padre en la misiva. Ahora
quedo a la espera de su respuesta que Fray Alosebo quiera que no llegue
demasiado tarde.
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