Delenda est Skull
No tarde mucho en recuperarme, pues soy de naturaleza
robusta y ante mí se alzaba aquel que había tomado por un fiero asesino y que
no era otro que mi fiel Aurelio que una vez más acudía en mi rescate.
Los alopes mangueries que no me habían reconocido debido a
mi pobre aspecto si lo habían hecho con el Aurelio, cuya fama había traspasado
las fronteras de la tierra civilizada llegando hasta aquellas tierras baldías.
Y fue gracias a eso que salve la vida, la mía y la del
puppet libre que, liberado a su vez de sus ataduras y de su cerval miedo a la
muerte se mostraba ahora callado y circunspecto.
Me puse en pie y observé que los mangueries también habían
callado y hacia nosotros avanzaba el que debiera ser su jefe tribal, aspecto
este que deduje por el asombroso mostacho escrotal que exhibía impúdicamente y
por el mimético parecido con el que adornaba la bandera de la antigua república
de Manguara.
“He aquí al Aurelio, el héroe del páramo, que luchó contra
los JALFPPO, que combatió heroicamente en la batalla de los campos alopécicos
contra el despreciable fantasma del limosnero, que luchó con valor inusitado
contra la enana en los salones de Oxfordseb en el transcurso de las guerras
Unatas, aquel que ayudó a su señor en incontables ocasiones, que salvó a Don Aloseb
en Manguaropolis, que combatió y fue herido en el rescate del oso oxfordsebita
y de incontables heroicidades más, tantas que no hay hombre en el mundo que
pueda comparársele” – Exclamó al llegar hasta nosotros – “Un hombre, -
continuó- de lealtad inusitada, que entregó a su propio hijo, sebito, un
violador de incapacitados, a la justicia, que ayudó a escapar y sobrevivir a
Don Aloseb en las numerosas rebeliones a la que su reino se ha enfrentado y
que, acompañándolo en sus viajes, a arrostrado innumerables penurias. Jamás la
traición o el abandono han ensombrecido sus pensamientos por más que las ideas
de aquel a quien seguía fueran erróneas, blasfemas, indignas o sencillamente
desvaríos” – Dijo mientras me señalaba con la mano ante la multitud – “Y ahora
viene hasta nosotros, acude aquí, interrumpe nuestra ceremonia y libera a los
reos, lo que sin asomo de duda quiere decir que el despojo que se haya ante mí,
por increíble que parezca decía la verdad y se trata del mismísimo Don Aloseb
que por algún azar del destino ha acabado aquí de esta forma tan miserable. Y
es por eso, por la memoria de los directores de la católica institución y del
buen nombre del Aurelio que os permitiremos marchar y continuar vuestro viaje
allí donde os lleve el destino, pues el pueblo manguarí es amigo de Oxfordseb
como lo fue y lo es Manguara y su legítimo dux, allá donde él se encuentre.”
A estas palabras le siguió una atronadora salva de aplausos
proferida por todos los manguaries presentes, a la sazón todos, que veían elevado
el concepto que tenían de si mismos, pero el Aurelio, que aún no había
pronunciado palabra alguna comenzó a hacer gestos para acallar a la multitud
mientras lo solicitaba con gritos y aspavientos, yo, entendiendo que quería
narrarnos las desventuras sufridas en mi búsqueda uní mi voz y gestos a los
suyos para que lo dejaran explicarse hasta que finalmente volvió a reinar la
calma en aquella funesta plaza.
Aurelio – Le dije con la dignidad que pude reunir, que era
poca, vistas mis circunstancias – Explíquese pues parece azorado por alguna
dificultad-
Así es Don Aloseb – Replicó el fiel Aurelio – pues recordará
que después del infructuoso segundo intento de rescate del oso fui herido por
el demonio Skull Tatoo y quedé al cuidado del bandido Claus –
- En efecto –indiqué
Pues bien, quiso la fortuna que aquel bandido se había
procurado de infinidad de ungüentos, hierbas y aceites milagrosos, de los que
sin duda necesitaba en su vida montaraz, y gracias a ellos y a sus maternales
cuidados fui sanando hasta recuperar mis fuerzas por entero y fue entonces
cuando supe que se encontraba más allá del muro y en seguro peligro, como luego
los actos presentes han tenido a bien en demostrar. Al saberlo no pude aguardar
ni un instante y no demoré mi búsqueda saliendo a uña de caballo del campamento,
atravesando el muro y los baldíos campos, hasta llegar a este momento y a este rescate
que acaba de producirse y ahora, si solo eso hubiera acontecido en mi ausencia
podríamos irnos tranquilamente y continuar nuestro periplo allí donde fuera
necesario, pero no es posible pues cuando salí del campamento de los bandoleros
llegaban oscuras noticias de Oxfordseb, ahora Oxfordko.
Después del segundo intento de rescate del oso, Skull había
montado en cólera, había reunido un ejército y se dirigía hacia aquí con el
objeto de capturarle vivo o muerto y llevarlo cargado de cadenas o de gusanos,
según el caso, a las mazmorras de su reino inguinal.
He de decir – continúo el Aurelio- que el ejército ya se
encuentra aquí, no demasiado lejos y los ciervos negros recorren día y noche
los campos de más allá del muro para dar noticia a su amo Skull de vuestro
paradero por lo que se hace imposible el llegar al muro sin ser capturados.
La alegría que me había invadido tras ser rescatado por el Aurelio
trocó inmediatamente en sombríos pensamientos, pues si bien había escapado a la
muerte de seguro no podría hacerlo de nuevo. Sería capturado por el malvado
Skull ya que el disponía de un innumerable ejército alope y yo del Aurelio y de
un puppet manumitido.
Durante un instante pensé en vestir al puppet con mis ropas
y echarlo a los caminos para que fuera confundido, abatido o capturado por las
tropas alopes en la creencia de estar ante mi persona mientras el Aurelio y yo
escapábamos disfrazados de hilanderas húngaras de aquel atolladero, pero a
decir verdad fue solo un instante pues aquel comportamiento indigno era el que
me había llevado hasta aquella situación y Fray Alosebo no perdonaría otra
ofensa a la institución que represento, y aquella idea sin duda lo seria.
Así pues me volví hacia al Aurelio y le comuniqué mis firmes
intenciones de presentar batalla a aquel demonio, le liberé de su promesa pues así
esquivaría la segura muerte que encontraría y agradecí al puppet su compañía
liberándolo también de cualquier obligación hacia mí.
- Queridísimo Aurelio – procedí –tu inquebrantable lealtad
esta fuera de toda duda, me has seguido por toda la geografía inguinal sin
importar lo lejos que fuera, brindándome tu apoyo y tu amistad pero mal pagador
sería si te obligara a este último e inútil esfuerzo. Skull ha venido a las
tierras de sus antepasados a darme caza como a un perro y no volverá grupas si
no es con mi persona, viva o muerta, en sus carromatos de intendencia, mañana
al alba presentaré batalla al feroz demonio y sin duda encontrare la muerte,
Oxfordseb caerá pero lo hará con honor y no es necesario que la sangre de más
fieles oxfordsebitas bañen el campo de marte. Y tu –dije señalando al puppet
–querido y noble puppet libre, con tus chanzas, bailes y otras habilidades
propias de tu raza has aligerado la carga del camino, me has acompañado en esta
odisea de descubrimiento interior sin esperar más pago que el de mi propia
compañía y el de verte tratado como a un igual, cosa que por otra parte nunca ha
sucedido, hasta ahora, que considerándote un inguinal de pleno derecho te
libero a su vez de la carga de servirme y te conmino a que vuelvas con tu
pueblo pues nada tiene ya estos nobles mangueries contra ti ni el demonio alope
tiene cuitas contigo…
- Don Aloseb –interrumpió el Aurelio – en modo alguno os
abandonaré en vuestra hora más oscura, hace años decidí servir a Oxfordseb
hasta sus últimas consecuencias y no es usted si no el propio Oxfordseb hecho
carne, por lo que si su decisión es enfrentarse al depilado ejército no lo hará
solo y si hemos de morir en defensa de los ideales Oxfordsebitas así habrá de
suceder.
- Don Aloseb – interrumpió a su vez el puppet al Aurelio – sé
que soy un simple puppet, poco menos que una bestia y sin duda indigno de
acompañarlo hasta a realizar los actos más bajunos y nefandos pero usted me ha
tratado siempre con respeto y cariño y no encuentro mejor forma de devolver el cálido
amor que siempre me ha tenido que morir a su lado como escudero y si su
merced lo permite, portando el
estandarte oxfordsebita.
- Aloseb – interrumpió, en una cadena que parecía no tener
fin, el jefe tribal de los manguaries –¿ es quizás ese tal Skull Tatoo el
hechicero alope que actuando de consejero de Triple Gem I y hablando
venenosamente a los oídos de este consiguió que nos expulsaran de nuestras
tierras y nos condenó a una vida de penurias lejos de Manguaropolis nuestra
tierra natal?, porque de ser así, y estoy seguro que así es podrás contar con
nuestra compañía y tendrás un ejército a tus espaldas con el que derrotar al
malvado brujo alope y poder vengar nuestras afrentas.
Así, cuando todo parecía perdido Fray Alosebo acudía de
nuevo en mi ayuda, con el ejército manguarí apoyándome quizás pudiera hacer
frente a las huestes del brujo y derrotarlo para después, aprovechando la
inercia propia de movilizar tantos hombres continuar camino hasta las puertas
de Oxfordseb y liberarlo del yugo alope de una vez por todas.
Así pues, el jefe tribal se marchó a reunir a su pueblo y
reclutar en levas forzosas a todo aquel que hubiera cumplido los catorce años
para devolver una afrenta olvidada y sucedida hacia cientos de años, así de
rencorosos y vengativos son los alopes. Allí quedamos pues El Aurelio, el
puppet y yo mismo que a modo de estado mayor estableceríamos los planes de
combate para el día siguiente, labor que a fuer de ser sincero nos llevó poco
tiempo, pues desconocíamos el número y ubicación del ejército enemigo y por
tanto decidimos que acudiríamos en su búsqueda decidiendo el plan de acción más
propicio una vez que hubiéramos llegado a las cercanías del ejercito enemigo y
pudiéramos hacernos una idea de su fuerza.
En pocos días habíamos localizado al enemigo, se encontraban
en una zona conocida como los cuernos femorales, allí había un pequeño valle en
pendiente entre dos picos conocidos como ligamento y arteria cerca del rio
orines. El astuto Skull, sabedor por sus ciervos negros que avanzábamos hacia él
había optado por ocupar esa posición estratégica, en la zona superior de la
loma y rodeados por cuerpos montañosos. De esa manera nos veríamos obligados a
atacarle en una sola dirección sin posibilidad de rodearlos y en pendiente.
Su ejército estaba compuesto por miles de alopes y a pesar
que el jefe tribal manguerí, llamado mandarino pues procedía de un rancio
linaje que se remontaba a los cuerpo de mayordomía del limosnero (o eso decía),
había conseguido atraer a todas las tribus de más allá del muro y los pendones
con el bigote de manguara parecían un mar infinito los alopes puros nos
superaban en número.
Cruzamos el rio orines y ordené a las tropas que se
detuvieran, el malvado brujo parecía tenerlo todo pensado, nuestra derrota era
cosa segura y los volubles mangueries ya murmuraban palabras de deserción y
abandono.
Desde nuestra posición veíamos claramente al ejercito
enemigo, entre todos ellos se destacaban dos figuras, la del altivo Skull y la
del oso oxfordsebita. Destacaban como luciérnagas en la oscuridad, el sol refulgía
en la brillante calva del hechicero y casi se distinguían sus numerosos
tatuajes de calaveras que adornaban todo su cuerpo, una por cada escroto
afeitado decían, por el contrario la figura del oso era un canto a la
decadencia, yacía a sus pies con una cadena al cuello y completamente afeitado,
en su trémula piel se podía n adivinar los restos de moratones de las
innumerables palizas recibidas a manos del alope y su secuaz presidencial. Dos lágrimas
asomaron a mis ojos al ver a la otrora orgullosa bestia padeciendo de esa
manera.
Mandarino acudió presto a mí para conminarme a dar la orden
de ataque tan pronto fuera posible, no lo dijo pero yo sabía que temía que
hubiera una deserción masiva.
- Contente Mandarino- le dije – pues aunque parezca que el
astuto brujo nos ha ganado por la mano lo único que ha logrado es cavar su
propia tumba en estos desolados parajes inguinales –pues desolados eran ya que más
allá del rio orines solo había un caluroso valle sin más agua que la que
proporcionaba el propio rio.
- Levantamos aquí el campamento – ordené –que los vigías estén
prestos por si el ejército se moviliza o ataca, de no hacerlo y creo que no lo
hará pues la soberbia de Skull es legendaria y querrá atraernos a su posición más
ventajosa, nos quedaremos aquí. Que tus hombres –dije a mandarino – no contesten
a las provocaciones del enemigo.
Y así se hizo, los días, largos pues era verano, fueron
pasando sin que uno u otro ejército se moviera de sus posiciones, nosotros
abajo en el rio, ellos arriba en el valle. Todas las mañanas Skull salía y
afeitaba las pocas cerdas que pudieran haberle crecido al oso con la clara
intención de provocar mi furia y que precipitara un ataque nada conveniente
pero yo no hacía caso a sus trucos y ordenaba a mis hombres que se bañaran en
el rio y jugaran alborozados a la vista de los alopes.
Poco a poco los alopes fueron cediendo en sus alaridos e
insultos pues el calor y la falta de agua para dar a aquel inmenso ejército
iban mermando sus fuerzas y sus ganas de fanfarronear, mientras que el nuestro
estaba bien surtido de agua y alimentos. Al fin, cuando llevábamos allí
acampados casi dos semanas observé de buena mañana inusitada actividad
alrededor del oso, en un desesperado intento de hacer que los atacara el brujo Skull
había construido una enorme cruz y se preparaba para crucificar al oso, en un
espantoso remedo de las penurias de nuestro señor, gracias a Fray Alosebo
aquella demencial idea no dio los frutos que el hechicero buscaba. Consiguieron
ponerlo contra la cruz y sabe Dios de qué manera, le clavaron las zarpillas al
travesaño, los alaridos del plantígrado helaban los corazones de mi
tropa y hacían sangrar al mío por la tortura que estaba presenciando,
desgraciadamente para Skull y por suerte para el oso, los torpes alopes no
calcularon bien el peso del animal y cuando comenzaron a erguir la cruz para
terminar su blasfemo ejercicio, el madero vertical se partió arrojando al oso
rodando cuesta abajo. El Plantígrado al verse liberado comenzó a correr
desesperado hacia nosotros en pos de su libertad y lejos de sus captores, Skull
una vez repuesto de su asombro inicial estalló en una oleada de furia y comenzó
a correr tras el animal y a su vez, su ejército viendo avanzar a su líder y
sedientos como estaban interpretaron aquella algarada como una señal y
prorrumpieron a correr en busca del líquido salvador.
Ese era el momento que esperábamos, hacia nosotros se
acercaba el oso, Skull y todo su ejército sin dignidad marcial alguna, solo con
el agua en sus cabezas y queriendo atravesar nuestras líneas para calmar su
intensa sed.
Aquello se conocería después como la matanza de los cuernos femorales.
No ahondaré aquí en los detalles de dicha batalla, si es que
batalla pudiera llamarse a lo que allí ocurrió, baste decir que los alopes
desesperados por la falta de agua no intentaban siquiera atacarnos si no llegar
a ella y eran abatidos con ferocidad por mi ejército, muchos de ellos murieron
sin llegar al agua, otros perecieron ahogados al arrojarse al rio, otros tantos
ejecutados mientras intentaban llevarse a los labios el líquido elemento. El
oso libre de aquellos que tanto lo habían torturado y entre amigos diríase que
se convirtió en un demonio y degollaba, mordía y despedazaba a cuantos alopes
se cruzaban en su camino. El Aurelio asestaba golpes a diestro y siniestro y
hasta en el puppet nació una ferocidad inusitada que le hizo abalanzarse sobre
los alopes que caían a su paso como trigo maduro. En cuanto a mí, intenté
dirigir aquello pero pronto se vio que era imposible e intenté dar con Skull y
acabar allí mismo con el hechicero.
Muchos alopes murieron ese día pero el maligno Skull no se
encontraba entre ellos, bien a través de su magia o de sus piernas pudo escapar
de aquel atroz matadero sin que nadie lograra cruzar aceros con él.
Al terminar el día el rio orines pareciese de un enfermo de hematuria
y los mangueries pintaban bigotes en los escrotos de los muertos.
El oso se encontraba junto a mí, su piel desnuda, roja con la
sangre de los alopes, habíamos vencido. Skull había sido derrotado.
Aprovechando el momento de euforia, y porque no decirlo el
hecho de que habíamos perdido poquísimos hombres, me animé a prometer a
aquellos mangueries la recuperación de sus tierras ancestrales si se avenían a
cruzar conmigo el muro y recuperar el colegio.
Poco más me extenderé en este largo relato de desventuras,
cruzamos el muro capitaneando una nutrida tropa manguerí, atravesamos sierra
ingle, extrañamente vacía de bandidos, pues sabe Fray Alosebo donde andaría aquel
gañan y llegamos hasta los mismos muros de Oxfordseb.
Allí vimos a los alopes nerviosos y escasos pues como
supimos después el presidente sabedor de la derrota de Skull y de que mi ejército
avanzaba hacia mi antigua capital huyó a su negro castillo de muscleland
dejando allí solo a los cobardes, débiles y tullidos. La rendición de la plaza
fue casi inmediata y entré en Oxfordseb en un carro tirado por el oso que ya
lucia orgullosos una pelusilla que en breve se convertiría en lustrosa
pelambre.
El pueblo oxfordsebita, arrepentido ya de su traición por
aquellas barbacoas que tanto mal habían traído
a la ciudad, me vitoreaba a mi paso y arrojaban pétalos de rosa desde los
balcones. En el carro me acompañaba a un lado el puppet portando sobre mi
cabeza una corona de laurel y al otro el Aurelio que susurraba a mi oído “Respice
post te, hominem te esse memento”
Detrás el ejército manguerí que desfilaba de nuevo a este
lado de la península después de tantos años.
El sillón de director me esperaba, volvía a Oxfordseb.
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