Los Manguaries
Así pues, los mangueries me maniataron y me empujaron junto
al puppet camino de su aldea, intente reconfortar a la pobre bestia que iba
lloriqueando pero no admitía consuelo alguno y al cabo de un rato solicité a
aquellos descendientes de Manguara que tuvieran piedad de aquel despojo y le
ofrecieran la misericordia del olvido eterno pero respondieron con gruñidos y azuzándonos
con las lanzas así que opté por guardar silencio durante el camino no sin antes
anotarme mentalmente acabar con el puppet si es que lográbamos salir del
atolladero en el que nos hallábamos.
Mientras avanzábamos
me permití rememorar la historia de aquellos alopes atípicos que ahora nos
habían capturado y que plasmo aquí por si el lector de este manuscrito no
hubiera tenido la fortuna de acceder a la sabiduría que proporciona el colegio
o que proporcionaba puesto que ahora no se cómo estará.
Los alopes manguaries eran una rama de alopes que se desgajó
de la principal en los tiempos en que los aquellos dominaban toda la península,
por aquellos tiempos la capital alope, ahora Portugal más allá del muro, estaba
situada en lo que hoy dia es manguara y como sabrá el lector avezado alopes y
pilosos convivían en paz hasta la revuelta capitaneada por Manguo de Bigot que
acabó con la dominación alope en la península y la expulsión de estos más allá
del muro, fue por aquellos días cuando unos alopes decidieron que la mejor
forma de vivir era no ser alope ni piloso si no una mezcla de ambos,
afeitándose enteramente excepto por el bigote escrotal que les caracterizaba,
quizás dejado en recuerdo de sus hogares en manguara.
Skull tatoo, que ya por entonces era brujo supremo en la
corte de triple gem I, no consintió la afrenta y persiguió y ejecutó a cuantos
alopes semipilosos encontraba, viéndose estos obligados a la vida clandestina y
finalmente la huida abandonando enseres y hogares, al irse juraron que algún día
volverían a los lugares de los que habían sido expulsados y se cuenta que
incluso conservan las llaves de las casas originales de manguara, donde vivian.
Al vivir en la clandestinidad conservaron su habla y
costumbres primitivas únicamente esperanzados en recuperar lo que un día fue
suyo y viviendo por y para la tradición, desgraciada y seguramente por eso no
había llegado a esa zona los nuevos aires de libertad y respeto que habiéndose
producido en Oxfordseb había llegado hasta los puppets y ahora los hacia
libres, al menos en parte, por lo que la visión de un puppet libre los
horrorizaba hasta el fondo de su alma, motivo por el que seguramente seria
ejecutado por traidor a la tradición, máxima religión de esta gente.
Cuando llegamos a su aldea pude observar que mas que la
aldea tercermundista que esperaba encontrarme aquello era como una pequeña
ciudad, algo atrasada claro, pues vivían en agreste condición pero ciudad al
fin y al cabo. Con calles, plazas, viviendas de dos y tres plantas, fuentes públicas,
mercados y edificios administrativos.
A uno de estos últimos fuimos conducidos el puppet y yo
mismo, concretamente al que hacía las veces de cárcel y juzgado y supe que
nuestro destino estaba sellado. En la oscuridad de la celda a la que nos habían
arrojado, y una vez que el puppet se había dormido de puro agotamiento y quizás
por los golpes recibidos por un carcelero impaciente que no encontraba el gusto por los llantos
inconsolables, pude por fin poner mi mente a trabajar. Fray Alosebo me había
enseñado el rostro de mi enemigo y desde luego no debiera haberlo hecho para
acabar ejecutado por un pueblo alope en mitad de la nada, por tanto debía haber
algún camino de salvación y sin duda yo podría hallarlo.
Repasé mentalmente todo lo que conocía de aquel pueblo y
como iluminado por un rayo me llegó la inspiración. A este pueblo se lo habían
arrebatado todo y lo habían obligado a vivir como perros abandonados, solo le
quedaba una cosa y a ello se agarraban desesperadamente pues sin eso no tendría
sentido su vida y serian asimilados a otros alopes, los Mangueries se debían en
cuerpo y alma a la tradición, a lo añejo, a
lo de siempre, y no había en la península inguinal mayor garante de la
tradición que Oxfordseb y entre todos los oxfordsebitas el director de la
institución por lo que me daría a conocer a los prebostes mangueries y saldría
libre y con suerte con un ejército a mis espaldas.
Con este pensamiento me dormí tranquilo sabiendo que me
levantaría como un hombre libre.
Me despertaron los chillidos histéricos del puppet al que
encontré intentando esconderse entre mis exiguas vestiduras y supe que había
llegado la hora, habían vuelto nuestros captores para llevarnos ante la
justicia. Mientras nos acompañaban los guardias a la sala de los juzgados volví
a solicitar que le dieran misericordia al puppet, que para ese momento solo era
un amasijo de carne y nervios gimoteantes, y de paso a nuestros cansados oídos
y vista por el abominable espectáculo de cobardía y vergüenza al que estábamos
asistiendo, pero nuevamente fui conminado a callar motivándose la negativa en
que según las sagradas leyes de manguara todo hombre, animal o puppet tiene
derecho a un juicio justo antes de ser ejecutado.
Finalmente llegamos a la sala de los juzgados donde tres jueces
ataviados con las típicas togas de su pueblo, esto es togas completas con una
abertura estratégica que dejaba ver sus bigotes escrotales, estaban
esperándonos. Gracias a Fray Alosebo, ese fue el momento que el puppet escogió
para desmayarse de puro terror y quedó inerme en el suelo, quizás muerto, pero
en silencio.
Se levantó el Juez principal y procedió a leer los cargos “Viene
a nuestra presencia acusado de deshonrar las sagradas ruinas del Oxfordseb
original, bailar semidesnudo y probablemente ebrio en el corazón del colegio,
de mantener a su puppet libre y vestido como un ser humano y de invadir
nuestros territorios sin invitación, por todo ello se le condena a muerte no
sin antes realizarle el afeite ceremonial del escroto. ¿Tiene algo que argüir
en su defensa el acusado?”
Ese era mi momento y lo aprovecharía - Señorías, niego todos los cargos de los que
se me acusan, excepto quizás el de tratar con excesiva delicadeza a mi puppet,
pero tengo buenas y sobradas razones para ello. Mi nombre es Don Aloseb y me
encuentro en sagrada misión de Fray Alosebo que me encomendó peregrinar a las
ruinas del colegio para encontrarme a mi mismo y así liberar a la península
inguinal del yugo alope a la que se encuentra sometida ahora mismo. Como
Director de la institución que salvaguarda la historia y la tradición de la
península exijo mi inmediata puesta en libertad y que se me asigne un destacamento
o centuria alope para poder proceder a la liberación efectiva de los
territorios inguinales” – Callé a la espera de que mi mensaje calara en
aquellas duras molleras pues el silencio se había adueñado de la sala.
Desgraciadamente un discurso mío seguido de un silencio nunca presagiaba nada
bueno y esta vez tampoco fue distinto pues una carcajada recorrió toda la sala,
llena por cierto, desde el magistrado mayor hasta el ultimo alguacil allí
presente.
Solo entonces me percaté que seguramente mi aspecto,
afeitada la cabeza, cubierto de ceniza y vestido de saco, no me iba a ayudar en
demasía respecto a que aquellos creyeran en mis palabras.
- Don aloseb – decía entre carcajadas uno de los magistrados
– Don Aloseb más allá del muro, este bufón nos ha tomado por tontos – Argüía
otro – Con un puppet libre – se descoyuntaba un tercero – Aquello iba de mal en
peor
Intenté levantarme y hacer ver a aquellos salvajes que se
encontraban ante el Director de la institución de mayor rango de la tierra
inguinal, pero aquellos alopes no hicieron caso alguno a mis palabras y con un
gesto de uno de los magistrados diez o doce de aquellas bestias con forma
humana me cogieron en volandas y me sacaron a la plaza del juzgado. Con
creciente espanto pude ver que allí se levantaba un tétrico cadalso, en el
centro del cual se erguían dos postes con argollas de hierro fijadas a ellos y
en medio de aquellos un alope manguari armado con una afilada navaja.
Así que, pensé para mis adentros, aquí acaban mis días, con
el colegio invadido por alopes, enanos correteando por los antiguos patios, el
oso despellejado y torturado en alguna mazmorra y además moriré alope pues
estas bestias no dudaran en afeitarme antes de la ejecución y por si todo esto
fuera poco mi única compañía es la de un puppet loco que se cree libre. Nunca
en la larga historia de la institución que representaba había acabado tan mal
un Director y eso que entre ellos se contaban personajes como Don Paolo y su
siniestro secuaz Don Ramón.
Pero al menos, pensaba, le quito a Skull Tatoo el placer de
asesinarme a través del enviado que me perseguía por las tierras de más allá
del muro, pues no había olvidado a aquel del que el sobrinato me había
advertido. Ese placer se lo arrebataría a Skull, al menos eso me llevaría yo a
mi siguiente existencia.
En ese momento se hizo el silencio entre las hordas alopes y
una figura emergió de entre todos ellos, como no podía ser de otra manera,
vista la suerte que me acompañaba, entró en la plaza el asesino, embozado,
armado y de porte arrogante. Fray Alosebo me había abandonado, ni siquiera el
placer de hurtarle mi muerte a Skull Tatoo iba a serme concedido.
Las filas de alopes caían de rodillas ante el paso del
asesino, quedaba claro que aquellos cobardes manguaries no se enfrentarían al sicario
enviado por el brujo alope. Me erguí todo lo que pude y me dejaron las cadenas
con las que me habían atado al poste, pues si caía a manos de aquella bestia
furiosa al menos no le daría el placer de hacerlo entre ventosidades y orines,
como por cierto estaba haciendo el puppet a mi lado pues se había despertado
mientras le ataban y estaba consiguiendo rebajar la dignidad de mi gesto a
través de sus abyectas y cobardes acciones.
La plaza entera estaba de rodillas y entonaban una letanía
de muerte que no era capaz de descifrar, el asesino llegó finalmente hasta
nosotros, lentamente sacó de la vaina su arma y la levantó para darme el golpe
fatal que acabaría con toda la resistencia alope de la península, elevé la
vista al cielo, musite una oración a Fray Alosebo y me preparé para recibir el
tajo mortal mientras el puppet chillaba de forma sobrenatural, ni en ese grave
momento era capaz de guardar la compostura la pobre bestia.
El asesino descargó su golpe y me pareciera que me elevaba
hacia las alturas, hacia Fray Alosebo, hacia el Oxfordseb divino que me
esperaba en los cielos. Pero una vez más, nada sucedió como esperaba.
El golpe que sin duda iba destinado a mi persona no llegó a
alcanzarme, por intervención divina el asesino erró groseramente y lejos de
tajarme con el filo de su arma cortó las cuerdas que me aprisionaban, la
ocasión era inmejorable, el asesino se había vuelto hacia el puppet, con claras
intenciones de acabar con sus histéricos llantos, los mangueries estaban
absortos en su demente letanía y yo era libre para escapar, así que no lo pensé
dos veces y una vez mas tomé nota mental
que a veces es mejor pensar y luego actuar antes que al contrario, pues si
hubiera procedido de ese modo hubiera recordado que aunque el asesino me había
liberado del poste de afeite ceremonial no había cortado las cadenas que los
alopes habían fijado a mis tobillos y que ahora me hacían tropezar y caer desde
el cadalso al duro suelo. Lo último que escuche antes de perder la conciencia
por el golpe fue el salmo que los alopes pronunciaban una y otra vez “Aurelio,
Aurelio, Aurelio…”
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