viernes, 13 de octubre de 2017

El Exilio (II)



En Manguaropolis


Una vez más nuestros planes no salieron como el Aurelio y yo hubiéramos querido, nuestra estancia en Manguaropolis ha sido breve y accidentada, pero no adelantemos los acontecimientos que ahora procederemos a narrar.

A nuestra llegada a Manguaropolis fuimos recibidos con honores de estado no por una delegación si no por dos. Una por cada uno de los contendientes que luchan por el trono ducal de la república. Fuimos alojados en el palacio de los manguara y esa misma noche se organizó una recepción en honor del “Verdadero gobernante de Oxfordseb”. El Aurelio y yo pensamos que estaríamos bien y que nuestra estancia allí seria larga y fructífera y que cuando consiguiéramos llevar la paz a ese territorio tendríamos un poderoso aliado para la reconquista del colegio.

Esa noche asistimos a la recepción en nuestro honor y descubrimos que a pesar de la fractura interna y las tensiones a las que la zona estaba sometida Manguaropolis aún conservaba sus tradiciones y elegancia. La noche comenzó con un agradable baile en el salón de embajadores del palacio ducal y luego nos dirigimos a la sala del comercio donde se serviría la comida y que había sido maravillosamente adornada imitando un refectorio monacal. 

Al finalizar la cena, Mangüer se levantó y quiso decir unas breves palabras para agradecer la presencia de su invitado, es decir yo, y pronunció un emotivo discurso del que entresaco algunos extractos; “En la Biblia está escrito: "Lo que no es ni caliente ni frío lo quiero escupir de mi boca". Esta frase del gran Nazareno ha conservado hasta el día de hoy su honda validez. El que quiera deambular por el dorado camino del medio debe renunciar a la consecución de grandes y máximas metas. Hasta el día de hoy los términos medios y lo tibio también han seguido siendo la maldición de Manguara. Un mundo de enemigos oligofrénicos se alza contra nosotros y el manguares debe decidirse también hoy si quiere ser un soldado libre o un esclavo blanco. Hace un año he declarado en este mismo lugar que el derrumbe de la conciencia nacional manguaresa, que vivíamos bajo el mandato de Mangualon, también arrastrara conjuntamente al abismo la vida económica de Manguara. Porque para la liberación se requiere más que política económica, se requiere más que laboriosidad, ¡para llegar a ser libre se requiere orgullo, voluntad, terquedad, odio, y nuevamente odio…. También veo aquí al que sin duda será aliado nuestro en esta batalla que nos espera contra los retrasados que ahora gobiernan la república, el auténtico director de Oxfordseb, un gran amigo de la causa de Mangüer pues no dudó en prestarnos refugio, cuando la necesidad era grande y no permitirá que una panda de tarados y violadores, a la sazón víctima y verdugo, gobiernen esta libre republica de mercaderes..”
Este discurso fue recibido con entusiasmo arrollador y por un silencio sepulcral por ambas bandas de la sala.



Mangui, al que parece ser alguien había instruido para esta ceremonia, procedió a levantarse con idea de dirigir al público presente un discurso similar al realizado por Mangüer, pero bien por falta de tiempo para ensayar o bien por las graves taras mentales que padece, comenzó a balbucir algunas ideas inconexas y deslavazadas con una idea central que no dejaba claro si lo que quería era el apoyo de Oxfordseb, de los alopes o del propio Mangüer. Fue en ese momento cuando, perdido en su propia maraña de reflexiones irracionales y parecía que iba a pedirle permiso a Mangüer para irse a jugar. Cuando se levantó Sebito de su asiento y obligó a Mangui a sentarse nuevamente mientras le deslizaba unos cromos de familias del mundo para mantenerlo entretenido. Sebito, tomó la palabra y nos indicó que, como valido del verdadero representante del ducado, no dudaba que el Director de Oxfordseb y su hombre de confianza habían acudido a Manguaropolis en hora tan sombría para brindar apoyo al último de los Mangualon y verdadero ocupante del trono ducal. Que la norma y la ley estaban siempre por encima en Oxfordseb y que sabía que la legación Oxfordsebita del gobierno en el exilio les daría todo su apoyo. Y que además si no fuera suficiente tener la ley de su lado, ya que Mangui era el último de la sangre de Mangualon I, azote de los alopes, el mismo, había sido criado en Oxfordseb y el segundo al mando era su padre, padre que por otra parte lo abandonó a su suerte cuando fue detenido acusado falsamente de un abyecto crimen de violación de discapacitados con el agravante de nocturnidad, disfraz y alevosía.

A este discurso le siguió nuevamente el aplauso de una parte de la sala y el atronador silencio de la otra. Así las cosas creí que sería conveniente dirigir a un pueblo tan dividido unas palabras con objeto de infundirles el ánimo que necesitaban para volver a hermanarse y levantar un reino que de ser principal en la península había pasado a perder su silla en el consejo inguinal. 

“Queridos hermanos en Fray Alosebo – comencé a hablar- esta tierra, primera en levantarse contra el enemigo alope, está sufriendo mucho y el dolor de esta tierra es el dolor de Oxfordseb, que represento ahora en el exilio. El conflicto de Manguaropolis no está en la falta de líderes si no en el exceso de estos, pues hay dos. Algunos dirán que es uno solo pues uno de ellos es un discapacitado mental asistido por un sanguinario violador con cuentas pendientes con la justicia manguaresa y que debiera estar emasculado a estas alturas, otros argüirán que efectivamente es solo uno pues el otro líder se trata de un antiguo dictador filo fascista que antaño fue expulsado por la fuerza de Manguara y que, entre otros horrendos crímenes fue el responsable del cierre de almacenes manguara, verdadero faro del comercio manguarés. Pero yo os diré que estáis todos equivocados, que de los dos líderes no puede servirse ninguno esta tierra regada por la gracia de Fray Alosebo, pues solo hay un ungido y este se encuentra perdido y debe volver, por lo que la propuesta de paz que traigo, no es otra que aceptéis mi regencia mientras vuelve el ungido de Manguara pues Oxfordseb es un pueblo amigo y los amigos no dudan en sacrificarse cuando la necesidad urge”

Al finalizar creí haber ensordecido por el impacto sónico que debía haberse producido por la miríada de aplausos y gritos de adhesión a mi causa, que no era otra que la de manguara, pero pronto el Aurelio me hizo saber que no es que estuviera sordo si no que recorría la sala un silencio estremecedor y ominoso. 

Estando así las cosas juzgué oportuno retirarnos a nuestros aposentos y esperar al alba para que los manguarenses pudieran tener la oportunidad de meditar sobre mi fabulosa propuesta. El Aurelio me comunicó que se daría un paseo para pulsar la opinión de nuestra oferta en uno y otro bando así que rece mis oraciones y me fui a dormir, sin saber que ni esa noche podría pasarla en Manguara.
No sé cuánto dormiría pero un tremendo ruido me despertó, al alzarme de mi lecho observé que ante mí se desarrollaba una tremenda lucha entre dos figuras, creí que sería un asesino enviado por los rebeldes oxfordsebitas, pues ya conocía que habían puesto precio a mi cabeza, y mi fiel Aurelio, siempre presto a defender a su señor. Pero antes de que pudiera levantarme se abrió la puerta y apareció el Aurelio que quedó tan sorprendido como yo de la escena que se desarrollaba ante nosotros, gracias a Fray Alosebo y al entrenamiento militar recibido en Oxfordseb a causa de las múltiples algaradas a las que nuestro territorio está sometido de continuo, pudimos reaccionar con presteza y como un solo hombre nos arrojamos contra aquellos dos asesinos, no me quedaba duda alguna de lo que eran, y clavé mi misericordia en el cuello de uno de ellos mientras el Aurelio hacía lo propio con el otro. Una vez quedamos solos, al menos solos en vida, el Aurelio me dijo que acudía raudo a la alcoba ya que había sabido que mi discurso no había contentado ni a unos ni a otros si no que muy bien al contrario ambos bandos me tachaban de traidor y maligna influencia pues bien sabían que el Ungido desapareció durante el motín de los unatas y que mi intención directa era hacer de manguara una colonia oxfordsebita. Así las cosas, el discurso destinado a la unión del pueblo consiguió su objetivo pues Mangüer y sebito apartaron sus diferencias y establecieron como primera y última meta de su alianza la de darme muerte. 

Quiso la fortuna que a pesar de ser aliados ninguno se fiaba del otro y cada uno, por su cuenta, decidió enviar un asesino que diera buena cuenta de mi terrenal existencia y al llegar ambos a la vez por puertas distintas y enfrentadas, el odio que cada bando tiene al contrario fuera más fuerte que la fidelidad a la palabra dada y decidieran enzarzarse en violenta lucha lo que finalmente hizo que me despertara y pudiera actuar a tiempo.

En cualquier caso se hacía evidente que nuestra estancia en Manguaropolis había terminado y debíamos salir de allí a la mayor brevedad que nos permitieran nuestras piernas y disfraces, pues el Aurelio, siempre tan precavido, había conseguido en la ciudad ropajes para hacernos pasar por zíngaros que acudían a manguara en su peregrinación quinquenal de micción en las estaciones de metro inguinales. Nos enfundamos nuestros trajes naranjas y salimos de allí a toda prisa, a través de un pasadizo que allí había y que fue usado por el propio Mangualon para huir de Manguaropolis a Oxfordseb durante el levantamiento de Mangüer.

Volvimos pues a los caminos y marchamos de Manguaropolis peor que cuando llegamos pues si al llegar éramos fugitivos de un reino ahora lo éramos de dos.

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