En Manguaropolis
Una vez más nuestros planes no salieron como el Aurelio y yo
hubiéramos querido, nuestra estancia en Manguaropolis ha sido breve y
accidentada, pero no adelantemos los acontecimientos que ahora procederemos a
narrar.
A nuestra llegada a Manguaropolis fuimos recibidos con
honores de estado no por una delegación si no por dos. Una por cada uno de los
contendientes que luchan por el trono ducal de la república. Fuimos alojados en
el palacio de los manguara y esa misma noche se organizó una recepción en honor
del “Verdadero gobernante de Oxfordseb”. El Aurelio y yo pensamos que
estaríamos bien y que nuestra estancia allí seria larga y fructífera y que
cuando consiguiéramos llevar la paz a ese territorio tendríamos un poderoso
aliado para la reconquista del colegio.
Esa noche asistimos a la
recepción en nuestro honor y descubrimos que a pesar de la fractura interna y
las tensiones a las que la zona estaba sometida Manguaropolis aún conservaba
sus tradiciones y elegancia. La noche comenzó con un agradable baile en el
salón de embajadores del palacio ducal y luego nos dirigimos a la sala del comercio
donde se serviría la comida y que había sido maravillosamente adornada imitando
un refectorio monacal.
Al finalizar la cena,
Mangüer se levantó y quiso decir unas breves palabras para agradecer la
presencia de su invitado, es decir yo, y pronunció un emotivo discurso del que
entresaco algunos extractos; “En la
Biblia está escrito: "Lo que no es ni caliente ni frío lo quiero escupir
de mi boca". Esta frase del gran Nazareno ha conservado hasta
el día de hoy su honda validez. El que quiera deambular por el dorado camino
del medio debe renunciar a la consecución de grandes y máximas metas. Hasta el
día de hoy los términos medios y lo tibio también han seguido siendo la
maldición de Manguara. Un mundo de enemigos oligofrénicos se alza contra
nosotros y el manguares debe decidirse también hoy si quiere ser un soldado
libre o un esclavo blanco. Hace un año he declarado en este mismo lugar que el
derrumbe de la conciencia nacional manguaresa, que vivíamos bajo el mandato de
Mangualon, también arrastrara conjuntamente al abismo la vida económica de Manguara.
Porque para la liberación se requiere más que política económica, se requiere más
que laboriosidad, ¡para llegar a ser libre se requiere orgullo, voluntad, terquedad,
odio, y nuevamente odio…. También veo aquí al que sin duda será aliado nuestro
en esta batalla que nos espera contra los retrasados que ahora gobiernan la república,
el auténtico director de Oxfordseb, un gran amigo de la causa de Mangüer pues
no dudó en prestarnos refugio, cuando la necesidad era grande y no permitirá
que una panda de tarados y violadores, a la sazón víctima y verdugo, gobiernen
esta libre republica de mercaderes..”
Este discurso fue recibido con
entusiasmo arrollador y por un silencio sepulcral por ambas bandas de la sala.
Mangui, al que parece ser alguien
había instruido para esta ceremonia, procedió a levantarse con idea de dirigir
al público presente un discurso similar al realizado por Mangüer, pero bien por
falta de tiempo para ensayar o bien por las graves taras mentales que padece,
comenzó a balbucir algunas ideas inconexas y deslavazadas con una idea central
que no dejaba claro si lo que quería era el apoyo de Oxfordseb, de los alopes o
del propio Mangüer. Fue en ese momento cuando, perdido en su propia maraña de
reflexiones irracionales y parecía que iba a pedirle permiso a Mangüer para
irse a jugar. Cuando se levantó Sebito de su asiento y obligó a Mangui a
sentarse nuevamente mientras le deslizaba unos cromos de familias del mundo
para mantenerlo entretenido. Sebito, tomó la palabra y nos indicó que, como
valido del verdadero representante del ducado, no dudaba que el Director de
Oxfordseb y su hombre de confianza habían acudido a Manguaropolis en hora tan sombría
para brindar apoyo al último de los Mangualon y verdadero ocupante del trono
ducal. Que la norma y la ley estaban siempre por encima en Oxfordseb y que sabía
que la legación Oxfordsebita del gobierno en el exilio les daría todo su apoyo.
Y que además si no fuera suficiente tener la ley de su lado, ya que Mangui era
el último de la sangre de Mangualon I, azote de los alopes, el mismo, había sido
criado en Oxfordseb y el segundo al mando era su padre, padre que por otra
parte lo abandonó a su suerte cuando fue detenido acusado falsamente de un
abyecto crimen de violación de discapacitados con el agravante de nocturnidad,
disfraz y alevosía.
A este discurso le siguió
nuevamente el aplauso de una parte de la sala y el atronador silencio de la
otra. Así las cosas creí que sería conveniente dirigir a un pueblo tan dividido
unas palabras con objeto de infundirles el ánimo que necesitaban para volver a
hermanarse y levantar un reino que de ser principal en la península había
pasado a perder su silla en el consejo inguinal.
“Queridos hermanos en Fray
Alosebo – comencé a hablar- esta tierra, primera en levantarse contra el
enemigo alope, está sufriendo mucho y el dolor de esta tierra es el dolor de Oxfordseb,
que represento ahora en el exilio. El conflicto de Manguaropolis no está en la
falta de líderes si no en el exceso de estos, pues hay dos. Algunos dirán que
es uno solo pues uno de ellos es un discapacitado mental asistido por un sanguinario
violador con cuentas pendientes con la justicia manguaresa y que debiera estar
emasculado a estas alturas, otros argüirán que efectivamente es solo uno pues
el otro líder se trata de un antiguo dictador filo fascista que antaño fue
expulsado por la fuerza de Manguara y que, entre otros horrendos crímenes fue
el responsable del cierre de almacenes manguara, verdadero faro del comercio
manguarés. Pero yo os diré que estáis todos equivocados, que de los dos líderes
no puede servirse ninguno esta tierra regada por la gracia de Fray Alosebo,
pues solo hay un ungido y este se encuentra perdido y debe volver, por lo que
la propuesta de paz que traigo, no es otra que aceptéis mi regencia mientras
vuelve el ungido de Manguara pues Oxfordseb es un pueblo amigo y los amigos no
dudan en sacrificarse cuando la necesidad urge”
Al finalizar creí haber
ensordecido por el impacto sónico que debía haberse producido por la miríada de
aplausos y gritos de adhesión a mi causa, que no era otra que la de manguara,
pero pronto el Aurelio me hizo saber que no es que estuviera sordo si no que recorría
la sala un silencio estremecedor y ominoso.
Estando así las cosas juzgué
oportuno retirarnos a nuestros aposentos y esperar al alba para que los
manguarenses pudieran tener la oportunidad de meditar sobre mi fabulosa
propuesta. El Aurelio me comunicó que se daría un paseo para pulsar la opinión
de nuestra oferta en uno y otro bando así que rece mis oraciones y me fui a
dormir, sin saber que ni esa noche podría pasarla en Manguara.
No sé cuánto dormiría pero un
tremendo ruido me despertó, al alzarme de mi lecho observé que ante mí se
desarrollaba una tremenda lucha entre dos figuras, creí que sería un asesino
enviado por los rebeldes oxfordsebitas, pues ya conocía que habían puesto
precio a mi cabeza, y mi fiel Aurelio, siempre presto a defender a su señor. Pero
antes de que pudiera levantarme se abrió la puerta y apareció el Aurelio que
quedó tan sorprendido como yo de la escena que se desarrollaba ante nosotros,
gracias a Fray Alosebo y al entrenamiento militar recibido en Oxfordseb a causa
de las múltiples algaradas a las que nuestro territorio está sometido de
continuo, pudimos reaccionar con presteza y como un solo hombre nos arrojamos
contra aquellos dos asesinos, no me quedaba duda alguna de lo que eran, y clavé
mi misericordia en el cuello de uno de ellos mientras el Aurelio hacía lo
propio con el otro. Una vez quedamos solos, al menos solos en vida, el Aurelio
me dijo que acudía raudo a la alcoba ya que había sabido que mi discurso no había
contentado ni a unos ni a otros si no que muy bien al contrario ambos bandos me
tachaban de traidor y maligna influencia pues bien sabían que el Ungido
desapareció durante el motín de los unatas y que mi intención directa era hacer
de manguara una colonia oxfordsebita. Así las cosas, el discurso destinado a la
unión del pueblo consiguió su objetivo pues Mangüer y sebito apartaron sus
diferencias y establecieron como primera y última meta de su alianza la de darme
muerte.
Quiso la fortuna que a pesar de
ser aliados ninguno se fiaba del otro y cada uno, por su cuenta, decidió enviar
un asesino que diera buena cuenta de mi terrenal existencia y al llegar ambos a
la vez por puertas distintas y enfrentadas, el odio que cada bando tiene al
contrario fuera más fuerte que la fidelidad a la palabra dada y decidieran
enzarzarse en violenta lucha lo que finalmente hizo que me despertara y pudiera
actuar a tiempo.
En cualquier caso se hacía evidente
que nuestra estancia en Manguaropolis había terminado y debíamos salir de allí a
la mayor brevedad que nos permitieran nuestras piernas y disfraces, pues el
Aurelio, siempre tan precavido, había conseguido en la ciudad ropajes para
hacernos pasar por zíngaros que acudían a manguara en su peregrinación quinquenal
de micción en las estaciones de metro inguinales. Nos enfundamos nuestros
trajes naranjas y salimos de allí a toda prisa, a través de un pasadizo que allí
había y que fue usado por el propio Mangualon para huir de Manguaropolis a
Oxfordseb durante el levantamiento de Mangüer.
Volvimos pues a los caminos y marchamos
de Manguaropolis peor que cuando llegamos pues si al llegar éramos fugitivos de
un reino ahora lo éramos de dos.
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