Día 118
Las luces que aviste hace dos días
finalmente no eran de los temidos unatas si no que se trataba de refugiados
que, paradójicamente, huían de la península a la seguridad del otro lado del
muro. Son unos pocos cientos, a los que he alojado provisionalmente en el muro.
Al menos traen provisiones y noticias
Dia 125
Ayer se marcharon los refugiados,
se internaron en los bosques cercanos al muro y se marcharon hacia el interior
de las tierras alopes, lo que contaban era horrible. El Díaz, ebrio de poder había
atacado hace dos semanas el colegio oxfordsebita, hasta ese momento último bastión
juliano en la península, pues así se hacen llamar los que luchan contra el Díaz
y sus unatas.
El colegio, bajo la dirección de Don Aloseb y su fiel Aurelio,
fue sometido a durísimo asedio pero los unatas no pudieron siquiera tomar la
barbacana exterior por lo que optaron por rendirlos por hambre, finalmente y después
de muchos días se dieron cuenta que iba a ser imposible pues después de más de un mes de
asedio todavía se veía a los hombres oxfordsebitas fuertes y todas las noches
se escuchaban sus oraciones a Fray Alosebo, se diría que el propio santo
alimentaba a sus súbditos.
Desgraciadamente, durante el mes de asedio El Díaz
no había estado ocioso, había enviado a su lugarteniente, el imp que regentaba
aquella posada del averno, para que recorriera todos los reinos
inguinales realizando levas masivas entre las gentes conquistadas y apareció
con un infinito ejercito de unatas. El odio hacia Oxfordseb lo consumía y el
ver su premio tan cercano lo espoleó y se lanzó hacia los muros oxfordsebitas
como un demente.
Cuentan los que estuvieron
presentes que la imagen del imp, cabalgando en un pony de batalla negro,
mientras lanzaba alaridos y echaba espumarajos por la boca es una imagen con la
que aún se despiertan llorando en mitad de la noche.
Los muros de Oxfordseb no pudieron
resistir el ataque combinado de cientos de miles de unatas y estos abrieron
brecha, internándose por los patios del colegio como un ejército de hormigas que salieran de un hormiguero inundado. La batalla continuó todo el día y hasta bien entrada la noche,
los caballeros de la sangre de Fray Alosebo se batieron con dureza y acabaron
con miles de unatas pero estos parecían la Hidra de Lerna y por cada unata caído
otros dos tomaban su lugar.
El cruel enano batallaba como un
perro rabioso acabando con amigos y enemigos por igual, tal era su furia, intentando
llegar hasta la sala de grados, lugar donde sabía que se encontraba luchando
Don Aloseb y poco a poco las fuerzas unatas se fueron haciendo con el control
del colegio.Finalmente el imp llegó hasta su objetivo, se produjo encarnizada
lucha entre Don Aloseb y el acondroplasico y si la lucha hubiera sido limpia
sin duda el buen Don Aloseb hubiera acabado con ese error de la naturaleza pero
no fue asi, los unatas viendo que la fortuna no sonreía a su mermado líder se
abalanzaron sobre Don Aloseb y el enano terminó hiriéndolo de muerte.
En ese momento
resonó un trueno tan potente que todos los combatientes cesaron en su lucha y
un rayo caído de no se sabe dónde destruyó una de las paredes de la sala, en la
confusión reinante desapareció el cuerpo de Don Aloseb, como ya lo hizo el de
Don Rodrigo tras la batalla de Guadalete, aunque algunos dicen que se pudo ver
a un jinete solitario con un bulto cruzado en la montura escapando de allí a
los pocos minutos del suceso. Dios quiera que fuera el fiel Aurelio poniendo a
salvo a su señor.
Sea como fuere, la desaparición o
muerte de Don Aloseb hizo mella en el ánimo de los pocos que aún seguían con
vida y la caída de Oxfordseb era un hecho al amanecer.
Al despuntar el alba solo
quedaban los restos humeantes de lo que había sido un floreciente colegio católico
y último reducto de libertad en la península ante la marea unata.
No queda esperanza en este lado
del muro
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