viernes, 30 de junio de 2017

El Vigilante del muro (II)



Día 118

Las luces que aviste hace dos días finalmente no eran de los temidos unatas si no que se trataba de refugiados que, paradójicamente, huían de la península a la seguridad del otro lado del muro. Son unos pocos cientos, a los que he alojado provisionalmente en el muro. Al menos traen provisiones y noticias

Dia 125

Ayer se marcharon los refugiados, se internaron en los bosques cercanos al muro y se marcharon hacia el interior de las tierras alopes, lo que contaban era horrible. El Díaz, ebrio de poder había atacado hace dos semanas el colegio oxfordsebita, hasta ese momento último bastión juliano en la península, pues así se hacen llamar los que luchan contra el Díaz y sus unatas. 

El colegio, bajo la dirección de Don Aloseb y su fiel Aurelio, fue sometido a durísimo asedio pero los unatas no pudieron siquiera tomar la barbacana exterior por lo que optaron por rendirlos por hambre, finalmente y después de muchos días se dieron cuenta que iba a ser imposible pues después de más de un mes de asedio todavía se veía a los hombres oxfordsebitas fuertes y todas las noches se escuchaban sus oraciones a Fray Alosebo, se diría que el propio santo alimentaba a sus súbditos. 
Desgraciadamente, durante el mes de asedio El Díaz no había estado ocioso, había enviado a su lugarteniente, el imp que regentaba aquella posada del averno, para que recorriera todos los reinos inguinales realizando levas masivas entre las gentes conquistadas y apareció con un infinito ejercito de unatas. El odio hacia Oxfordseb lo consumía y el ver su premio tan cercano lo espoleó y se lanzó hacia los muros oxfordsebitas como un demente.
Cuentan los que estuvieron presentes que la imagen del imp, cabalgando en un pony de batalla negro, mientras lanzaba alaridos y echaba espumarajos por la boca es una imagen con la que aún se despiertan llorando en mitad de la noche. 

Los muros de Oxfordseb no pudieron resistir el ataque combinado de cientos de miles de unatas y estos abrieron brecha, internándose por los patios del colegio como un ejército de hormigas que salieran de un hormiguero inundado. La batalla continuó todo el día y hasta bien entrada la noche, los caballeros de la sangre de Fray Alosebo se batieron con dureza y acabaron con miles de unatas pero estos parecían la Hidra de Lerna y por cada unata caído otros dos tomaban su lugar.
El cruel enano batallaba como un perro rabioso acabando con amigos y enemigos por igual, tal era su furia, intentando llegar hasta la sala de grados, lugar donde sabía que se encontraba luchando Don Aloseb y poco a poco las fuerzas unatas se fueron haciendo con el control del colegio.Finalmente el imp llegó hasta su objetivo, se produjo encarnizada lucha entre Don Aloseb y el acondroplasico y si la lucha hubiera sido limpia sin duda el buen Don Aloseb hubiera acabado con ese error de la naturaleza pero no fue asi, los unatas viendo que la fortuna no sonreía a su mermado líder se abalanzaron sobre Don Aloseb y el enano terminó hiriéndolo de muerte. 
En ese momento resonó un trueno tan potente que todos los combatientes cesaron en su lucha y un rayo caído de no se sabe dónde destruyó una de las paredes de la sala, en la confusión reinante desapareció el cuerpo de Don Aloseb, como ya lo hizo el de Don Rodrigo tras la batalla de Guadalete, aunque algunos dicen que se pudo ver a un jinete solitario con un bulto cruzado en la montura escapando de allí a los pocos minutos del suceso. Dios quiera que fuera el fiel Aurelio poniendo a salvo a su señor.

Sea como fuere, la desaparición o muerte de Don Aloseb hizo mella en el ánimo de los pocos que aún seguían con vida y la caída de Oxfordseb era un hecho al amanecer.
Al despuntar el alba solo quedaban los restos humeantes de lo que había sido un floreciente colegio católico y último reducto de libertad en la península ante la marea unata.

No queda esperanza en este lado del muro

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