miércoles, 3 de enero de 2018

El Exilio (V)



La misión
Hace tiempo que no escribo en este notario de mi exilio y debo hacerlo pues han pasado grandes y maravillosas cosas que la inguinalidad debe conocer. Como ya es sabido debido a mi enfrentamiento con Ko-gafs-un fui degradado por el Capitán Claus pero eso no apagó la llama que ardía en mi pecho en forma de oso secuestrado y vejado que los hijos de Skull tatoo utilizaban para sus chanzas y juegos. 

Debido al horroroso termino que había tenido el primer intento de rescate organice uno nuevo cambiando casi todos los parámetros que habíamos usado en el primero, esto es solicité permiso al capitán para organizar una cuadrilla, escogí yo mismo a mis hombres, mantuve a ko-gafs-un al margen de mis planes, dentro de lo razonable pues su familiaridad con Claus era evidente y pudiera que este se los contara, y a la cabeza de la patrulla fuimos el Aurelio y yo mismo. El éxito estaba asegurado.

Pero como muchas empresas que acometen grandes hombres a pesar de tener todos los detalles contemplados existen imponderables que no pueden manejarse y que dan al traste con las operaciones mejor planeadas, baste recordar aquí la Grande y Felicísima Armada y su tristísimo fin. Pues bien, el rescate del oso se saldó con un rotundo fracaso, sin entrar en grandes detalles decir que pudimos liberar al oso de su encierro, que pudimos tocar su rasurado lomo y prometerle nuevos y pilosos días corriendo por las sierras inguinales pero una nueva traición impidió que pudiéramos cumplir las promesas realizadas a la noble bestia. Skull Tattoo avisado de nuestra presencia lo impidió y a pesar de nuestra férrea defensa perdimos al oso, a la mayoría de nuestros hombres y casi al Aurelio que se enfrentó cara a cara con Skull y a poco lo paga con la vida.

Conseguimos pues escapar de allí por muy poco, sin oso, sin hombres y con un gran temor por la vida del Aurelio que andaba malherido y lo transportábamos de vuelta en unas parihuelas improvisadas.
Nuestra idea era volver al campamento, descansar, rezar por la pronta recuperación del Aurelio y preparar otra avanzadilla, que esta vez sí, diera con la victoria y no la triste derrota pero Fray Alosebo tenía otros planes para mí.

A la noche del segundo día de retorno, nos permitimos dormir unas horas pues juzgábamos que la persecución alope, de haberla, ya debiera de habernos alcanzado pues el tener que transportar al Aurelio hacia que avanzáramos despacio y desde luego nada desapercibidos así pues nos dispusimos a dormir y recuperar fuerzas. Me dormí de inmediato pues el cansancio acumulado era grande y no más se cerraron mis ojos me encontré en el patio principal de Oxfordseb, al principio no entendí como aquello era posible pues me había acostado en una campa infecta cerca del páramo y no era posible que me despertara en Oxfordseb que se encontraba lejos e infestada de alopes.

No me había recuperado aun de mi asombro cuando ante mi apareció una brillante luz que descendía de los cielos y en su centro se adivinaba la egregia figura de un monje con los hábitos oxfordsebitas del que emanaba un aura de paz y bondad que todo lo envolvía. Al punto lo reconocí como al propio Fray Alosebo que descendía de los cielos para llevarme con el como ya hicieron los profetas con Elías y caí postrado de hinojos en el patio preparándome para la segura ascensión.
Pero a diferencia de lo sucedido en las sagradas escrituras no ascendí a ningún sitio si no que quede postrado en el suelo en incomoda e indigna postura hasta que decidí levantar la vista e interrogar a la aparición alosebita.

- Oh, sagrado Fray Alosebo, acudes sin duda en mi hora más oscura para llevar a tu siervo a los placeres celestiales y que abandone esta tierra vil y pecaminosa azotada por alopes y gitanos ya que he probado mi lealtad, valentía y nobleza en todas las pruebas con las que has tenido a bien probarme –Exclamé extasiado
Mi buen Aloseb – Dijo la figura celestial – en modo alguno vengo a ahorrarte sufrimiento pues todos esos sinsabores no han partido de mi mano si no que tú mismo los has buscado con tu comportamiento traicionero, indigno, réprobo y en suma alejado de las enseñanzas que emanan del colegio ahora conocido como Oxfordko. Pero –añadió al ver reflejado en mi rostro la vergüenza que atraían sobre mi sus palabras – en mi infinita misericordia he querido darte una última oportunidad de redención, volverás al campamento de ese bandido con el que ahora ayuntas, recogerás tus bártulos y partirás en sagrada procesión a las ruinas de Oxfordseb, que ahora se hayan más allá del muro. No tomarás compañía en tu viaje si no de aquel que sea de probada honradez y caballerosidad y aquel que de abyecto y bajuno casi no se le pueda llamar humano, los ayudaras en lo que te pidan y finalmente acudirás a las ruinas del colegio original, te vestirás de saco, te afeitaras la cabeza y te echaras ceniza por encima y de esta guisa velarás durante tres noches, solo entonces volveré a aparecerme y te mostraré la faz de tu verdadero enemigo que no es quien tú crees y contra quien luchas.

Una vez hubo dicho estas palabras la figura desapareció y desperté bañado en sudor, a mi alrededor solo estaba la noche. Pero en mi corazón había nacido una firme determinación, no desaprovecharía la oportunidad que me daba el santo patrón alosebita.

Pocos días después llegábamos por fin al campamento de Claus, tal y como Fray Alosebo me había ordenado, presenté mi dimisión irrevocable ante mi capitán, Claus, que la aceptó con la gravedad que imponía la misión que hacía necesaria mi marcha que el, por motivos ignotos, calificó de un nuevo Teodosio. Prometió cuidar del Aurelio y darme aviso si la parca finalmente lo reclamara quedando a cargo de enterrarlo en Oxfordseb y entregar su parte del botín a su señora, cuyo paradero desconocíamos, y en caso de no hallarla a su infame hijo Sebito.

Abracé al que hasta ese momento había sido mi capitán, le dije que se cuidara de la serpiente koñera  y marche al norte, al muro, donde debiera comenzar mi sagrado periplo.
Unos días después alcanzaba el primer peldaño de mi viaje, se alzaba ante mí el imponente muro que separa a alopes y humanos y que hace un tiempo hube de cruzar huyendo de los unatas y cuya historia y final puede leerse en este mismo diario.

Pronto el vigilante me bajó una cesta con la que me izaría y aproveche el tiempo que toma el trayecto para meditar sobre las palabras del santo a las que no encontraba explicación, pues si bien la misión era sencilla no así mis supuestos compañeros uno elevado y el otro perteneciente al fango de la sociedad. No sabía dónde los encontraría, ni si querrían acompañarme a mi suicida misión ni siquiera como podría reconocerlos o ayudarlos en modo alguno.

Sumido en mis pensamientos alcance el cenit de aquella muralla y allí estaba el vigilante, siempre observando, esperando y defendiendo la península contra los seguidores de giorgi aresu.
- Don Aloseb, dichosos los ojos, no hacía falta que viniera personalmente, hubiera bastado un cuervo con su sello para que los relevos se quedaran y yo pudiera volver a pisar tierra inguinal. Ellos insisten en que no los ha mandado nadie y que no son relevos en modo alguno pero yo sabía que si habían venido hasta aquí era para tomar el negro y que se habrían adelantado a su mensajero por lo que me he tomado la libertad de comenzar a instruirlos para cuando yo abandone el puesto y pueda volver a mi casa. Imaginaba que mandaría usía a alguien o quizás un mensaje pero no esperaba en modo alguno que viniera usted mismo a comunicármelo – comentaba el vigilante atropelladamente y preso de una gran agitación – Pero nada, así mejor, podrá darles las ordenes usted mismo y no seguirán faltando a la verdad e insistiendo que han llegado aquí en pos de una sagrada misión, cuando no hay misión más sagrada que la defensa de la tierra inguinal del enemigo alope.

Caí entonces en la cuenta de varias cosas, la primera que me había olvidado de aquel pobre diablo que llevaba en el muro desde las guerras unatas y no había enviado relevo como debiera haber hecho, segundo que debido a su aislamiento no le había llegado noticia de mi caída y expulsión de Oxfordseb y que por tanto no tenía la capacidad ni la autoridad para enviarle un relevo y tercero que no sabía a quién estaba allí instruyendo ni quienes eran esos que habían llegado antes que yo.
Inmediatamente mi mente comenzó a funcionar, si aquel desgraciado no tenía noticia de mi caída tampoco la tendrían aquellos que se encontraban con él y era una magnífica oportunidad para aprovecharme de su desconocimiento y poder atraerlo a mi lado con objeto de recuperar Oxfordseb pero desheche inmediatamente tan horrendos pensamientos pues ese modo de actuar era el que me había traido hasta allí asi que le dije. 

-Vigilante, sé que tu heroísmo salvó la tierra inguinal, se que deberíamos haberte relevado hace años y sé que desde Oxfordseb y el resto de reinos se te ha tratado injustamente abandonándote en el muro, pero has de saber que ya no me encuentro en disposición de relevarte de tu puesto, que soy el último entre los inguinales y que además no puedo quedarme – le adverti – pero has de saber que cuando recupere mi dignidad perdida serás recompensado con tierras y haciendas y un lugar preeminente en el colegio.
- Vamos, que un mojón pa mí. No si esto ya me lo estaba viendo venir, si ya me lo decía mi madre, a la que por cierto hace años que no veo y no sé si está viva o muerta,  no te fies del aloseb que no es trigo limpio que ese mira por sus cosas pero las de los demás ya le dan más igual, que esos curas son sepulcros blanqueados, que a ver si convenzo a tu padre y nos vamos con mi hermana que se casó con un manguares y ahora está hecha una reina de Saba…. – Vale, vale – tuve que cortarle – ya me hago cargo, pero que la cosa ahora es diferente que esta vez no se me olvida que en cuanto recupere el sillón de director podrás concluir tu larga guardia y volver a tu casa.

Con un bufido, que me hizo pensar que quizás no me creía del todo, me indicó que lo siguiera y entramos en una pieza cercana donde tenía sus aposentos el vigilante y pude por fin conocer a los que a la postre se revelarían como mis compañeros de viaje.

Allí esperaban dos  figuras silentes a las que no pude distinguir en la penumbra. Poco a poco mis ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad y pude distinguirlos, uno de ellos era el regente de tisisland de probada honradez, un caballero de los pies a la cabeza y héroe de la batalla de las darklands, sin duda este sería un magnifico compañero para enfrentarme a las penurias a las que debería enfrentarme. El otro, se trataba de un puppet, pero no de uno cualquiera, este era un soberbio ejemplar, lustroso y bien alimentado, me pareció que era aquel que después de la execrable violación de Mangui fue confundido con sebito y al que se le manumitió por su injusta acusación, había oído que se marchó al paramo y desde allí liberaba a otros puppets que lejos de la ordenada vida que les regalaban sus amos se volvían salvajes y bestiales, algo me dijo el Aurelio sobre tomar medidas contra estos en mis últimos días como Director pero fue algo a lo que no preste demasiada atención  ¿pues que peligro podían suponer unos puppets sin amo? 

Sea como fuere ambos me dijeron que habían tenido conocimiento de mi viaje por un fraile que se les había aparecido en sueños y teniendo ambos razones para cruzar el muro habían decidido acompañarme pues el regente tísico quería recuperar al sobrinato que en su precipitada huida de los unatas había dejado en su antiguo reino y al puppet lo movían Dios sabe que atroces motivos pues aunque intentó explicármelos no le preste atención alguna ¿pues quien presta atención a esos subhumanos o a sus deseos?

Así pues, allí estábamos los tres como predijo Fray Alosebo, un hombre bueno y un puppet, lo mejor y peor de la sociedad inguinal, al día siguiente comenzaríamos la peregrinación pero esa noche descansaríamos en la pajería donde quizás hiciéramos uso del puppet libre, una aberración en sí mismo pero necesaria para expiar mis muchos pecados.

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