La misión
Hace tiempo que no escribo en este notario de mi exilio y
debo hacerlo pues han pasado grandes y maravillosas cosas que la inguinalidad
debe conocer. Como ya es sabido debido a mi enfrentamiento con Ko-gafs-un fui
degradado por el Capitán Claus pero eso no apagó la llama que ardía en mi pecho
en forma de oso secuestrado y vejado que los hijos de Skull tatoo utilizaban
para sus chanzas y juegos.
Debido al horroroso termino que había tenido el primer
intento de rescate organice uno nuevo cambiando casi todos los parámetros que
habíamos usado en el primero, esto es solicité permiso al capitán para organizar
una cuadrilla, escogí yo mismo a mis hombres, mantuve a ko-gafs-un al margen de
mis planes, dentro de lo razonable pues su familiaridad con Claus era evidente
y pudiera que este se los contara, y a la cabeza de la patrulla fuimos el
Aurelio y yo mismo. El éxito estaba asegurado.
Pero como muchas empresas que acometen grandes hombres a
pesar de tener todos los detalles contemplados existen imponderables que no
pueden manejarse y que dan al traste con las operaciones mejor planeadas, baste
recordar aquí la Grande y Felicísima Armada y su tristísimo fin. Pues bien, el
rescate del oso se saldó con un rotundo fracaso, sin entrar en grandes detalles
decir que pudimos liberar al oso de su encierro, que pudimos tocar su rasurado
lomo y prometerle nuevos y pilosos días corriendo por las sierras inguinales
pero una nueva traición impidió que pudiéramos cumplir las promesas realizadas
a la noble bestia. Skull Tattoo avisado de nuestra presencia lo impidió y a
pesar de nuestra férrea defensa perdimos al oso, a la mayoría de nuestros
hombres y casi al Aurelio que se enfrentó cara a cara con Skull y a poco lo
paga con la vida.
Conseguimos pues escapar de allí por muy poco, sin oso, sin
hombres y con un gran temor por la vida del Aurelio que andaba malherido y lo
transportábamos de vuelta en unas parihuelas improvisadas.
Nuestra idea era volver al campamento, descansar, rezar por
la pronta recuperación del Aurelio y preparar otra avanzadilla, que esta vez
sí, diera con la victoria y no la triste derrota pero Fray Alosebo tenía otros
planes para mí.
A la noche del segundo día de retorno, nos permitimos dormir
unas horas pues juzgábamos que la persecución alope, de haberla, ya debiera de
habernos alcanzado pues el tener que transportar al Aurelio hacia que
avanzáramos despacio y desde luego nada desapercibidos así pues nos dispusimos
a dormir y recuperar fuerzas. Me dormí de inmediato pues el cansancio acumulado
era grande y no más se cerraron mis ojos me encontré en el patio principal de
Oxfordseb, al principio no entendí como aquello era posible pues me había
acostado en una campa infecta cerca del páramo y no era posible que me
despertara en Oxfordseb que se encontraba lejos e infestada de alopes.
No me había recuperado aun de mi asombro cuando ante mi
apareció una brillante luz que descendía de los cielos y en su centro se
adivinaba la egregia figura de un monje con los hábitos oxfordsebitas del que
emanaba un aura de paz y bondad que todo lo envolvía. Al punto lo reconocí como
al propio Fray Alosebo que descendía de los cielos para llevarme con el como ya
hicieron los profetas con Elías y caí postrado de hinojos en el patio
preparándome para la segura ascensión.
Pero a diferencia de lo sucedido en las sagradas escrituras
no ascendí a ningún sitio si no que quede postrado en el suelo en incomoda e
indigna postura hasta que decidí levantar la vista e interrogar a la aparición
alosebita.
- Oh, sagrado Fray Alosebo, acudes sin duda en mi hora más
oscura para llevar a tu siervo a los placeres celestiales y que abandone esta
tierra vil y pecaminosa azotada por alopes y gitanos ya que he probado mi
lealtad, valentía y nobleza en todas las pruebas con las que has tenido a bien
probarme –Exclamé extasiado
Mi buen Aloseb – Dijo la figura celestial – en modo alguno
vengo a ahorrarte sufrimiento pues todos esos sinsabores no han partido de mi
mano si no que tú mismo los has buscado con tu comportamiento traicionero,
indigno, réprobo y en suma alejado de las enseñanzas que emanan del colegio ahora
conocido como Oxfordko. Pero –añadió al ver reflejado en mi rostro la vergüenza
que atraían sobre mi sus palabras – en mi infinita misericordia he querido
darte una última oportunidad de redención, volverás al campamento de ese
bandido con el que ahora ayuntas, recogerás tus bártulos y partirás en sagrada
procesión a las ruinas de Oxfordseb, que ahora se hayan más allá del muro. No
tomarás compañía en tu viaje si no de aquel que sea de probada honradez y
caballerosidad y aquel que de abyecto y bajuno casi no se le pueda llamar
humano, los ayudaras en lo que te pidan y finalmente acudirás a las ruinas del
colegio original, te vestirás de saco, te afeitaras la cabeza y te echaras
ceniza por encima y de esta guisa velarás durante tres noches, solo entonces
volveré a aparecerme y te mostraré la faz de tu verdadero enemigo que no es quien
tú crees y contra quien luchas.
Una vez hubo dicho estas palabras la figura desapareció y
desperté bañado en sudor, a mi alrededor solo estaba la noche. Pero en mi corazón
había nacido una firme determinación, no desaprovecharía la oportunidad que me
daba el santo patrón alosebita.
Pocos días después llegábamos por fin al campamento de
Claus, tal y como Fray Alosebo me había ordenado, presenté mi dimisión irrevocable
ante mi capitán, Claus, que la aceptó con la gravedad que imponía la misión que
hacía necesaria mi marcha que el, por motivos ignotos, calificó de un nuevo
Teodosio. Prometió cuidar del Aurelio y darme aviso si la parca finalmente lo
reclamara quedando a cargo de enterrarlo en Oxfordseb y entregar su parte del botín
a su señora, cuyo paradero desconocíamos, y en caso de no hallarla a su infame
hijo Sebito.
Abracé al que hasta ese momento había sido mi capitán, le
dije que se cuidara de la serpiente koñera y marche al norte, al muro, donde debiera
comenzar mi sagrado periplo.
Unos días después alcanzaba el primer peldaño de mi viaje,
se alzaba ante mí el imponente muro que separa a alopes y humanos y que hace un
tiempo hube de cruzar huyendo de los unatas y cuya historia y final puede
leerse en este mismo diario.
Pronto el vigilante me bajó una cesta con la que me izaría y
aproveche el tiempo que toma el trayecto para meditar sobre las palabras del
santo a las que no encontraba explicación, pues si bien la misión era sencilla
no así mis supuestos compañeros uno elevado y el otro perteneciente al fango de
la sociedad. No sabía dónde los encontraría, ni si querrían acompañarme a mi
suicida misión ni siquiera como podría reconocerlos o ayudarlos en modo alguno.
Sumido en mis pensamientos alcance el cenit de aquella
muralla y allí estaba el vigilante, siempre observando, esperando y defendiendo
la península contra los seguidores de giorgi aresu.
- Don Aloseb, dichosos los ojos, no hacía falta que viniera
personalmente, hubiera bastado un cuervo con su sello para que los relevos se
quedaran y yo pudiera volver a pisar tierra inguinal. Ellos insisten en que no
los ha mandado nadie y que no son relevos en modo alguno pero yo sabía que si habían
venido hasta aquí era para tomar el negro y que se habrían adelantado a su
mensajero por lo que me he tomado la libertad de comenzar a instruirlos para
cuando yo abandone el puesto y pueda volver a mi casa. Imaginaba que mandaría usía
a alguien o quizás un mensaje pero no esperaba en modo alguno que viniera usted
mismo a comunicármelo – comentaba el vigilante atropelladamente y preso de una
gran agitación – Pero nada, así mejor, podrá darles las ordenes usted mismo y
no seguirán faltando a la verdad e insistiendo que han llegado aquí en pos de
una sagrada misión, cuando no hay misión más sagrada que la defensa de la
tierra inguinal del enemigo alope.
Caí entonces en la cuenta de varias cosas, la primera que me
había olvidado de aquel pobre diablo que llevaba en el muro desde las guerras
unatas y no había enviado relevo como debiera haber hecho, segundo que debido a
su aislamiento no le había llegado noticia de mi caída y expulsión de Oxfordseb
y que por tanto no tenía la capacidad ni la autoridad para enviarle un relevo y
tercero que no sabía a quién estaba allí instruyendo ni quienes eran esos que habían
llegado antes que yo.
Inmediatamente mi mente comenzó a funcionar, si aquel
desgraciado no tenía noticia de mi caída tampoco la tendrían aquellos que se
encontraban con él y era una magnífica oportunidad para aprovecharme de su
desconocimiento y poder atraerlo a mi lado con objeto de recuperar Oxfordseb pero
desheche inmediatamente tan horrendos pensamientos pues ese modo de actuar era
el que me había traido hasta allí asi que le dije.
-Vigilante, sé que tu heroísmo salvó la tierra inguinal, se
que deberíamos haberte relevado hace años y sé que desde Oxfordseb y el resto
de reinos se te ha tratado injustamente abandonándote en el muro, pero has de
saber que ya no me encuentro en disposición de relevarte de tu puesto, que soy
el último entre los inguinales y que además no puedo quedarme – le adverti –
pero has de saber que cuando recupere mi dignidad perdida serás recompensado
con tierras y haciendas y un lugar preeminente en el colegio.
- Vamos, que un mojón pa mí. No si esto ya me lo estaba
viendo venir, si ya me lo decía mi madre, a la que por cierto hace años que no
veo y no sé si está viva o muerta, no te
fies del aloseb que no es trigo limpio que ese mira por sus cosas pero las de
los demás ya le dan más igual, que esos curas son sepulcros blanqueados, que a
ver si convenzo a tu padre y nos vamos con mi hermana que se casó con un
manguares y ahora está hecha una reina de Saba…. – Vale, vale – tuve que
cortarle – ya me hago cargo, pero que la cosa ahora es diferente que esta vez
no se me olvida que en cuanto recupere el sillón de director podrás concluir tu
larga guardia y volver a tu casa.
Con un bufido, que me hizo pensar que quizás no me creía del
todo, me indicó que lo siguiera y entramos en una pieza cercana donde tenía sus
aposentos el vigilante y pude por fin conocer a los que a la postre se revelarían
como mis compañeros de viaje.
Allí esperaban dos figuras
silentes a las que no pude distinguir en la penumbra. Poco a poco mis ojos
empezaron a acostumbrarse a la oscuridad y pude distinguirlos, uno de ellos era
el regente de tisisland de probada honradez, un caballero de los pies a la
cabeza y héroe de la batalla de las darklands, sin duda este sería un magnifico
compañero para enfrentarme a las penurias a las que debería enfrentarme. El
otro, se trataba de un puppet, pero no de uno cualquiera, este era un soberbio
ejemplar, lustroso y bien alimentado, me pareció que era aquel que después de
la execrable violación de Mangui fue confundido con sebito y al que se le
manumitió por su injusta acusación, había oído que se marchó al paramo y desde
allí liberaba a otros puppets que lejos de la ordenada vida que les regalaban
sus amos se volvían salvajes y bestiales, algo me dijo el Aurelio sobre tomar
medidas contra estos en mis últimos días como Director pero fue algo a lo que
no preste demasiada atención ¿pues que
peligro podían suponer unos puppets sin amo?
Sea como fuere ambos me dijeron que habían tenido
conocimiento de mi viaje por un fraile que se les había aparecido en sueños y
teniendo ambos razones para cruzar el muro habían decidido acompañarme pues el
regente tísico quería recuperar al sobrinato que en su precipitada huida de los
unatas había dejado en su antiguo reino y al puppet lo movían Dios sabe que
atroces motivos pues aunque intentó explicármelos no le preste atención alguna
¿pues quien presta atención a esos subhumanos o a sus deseos?
Así pues, allí estábamos los tres como predijo Fray Alosebo,
un hombre bueno y un puppet, lo mejor y peor de la sociedad inguinal, al día
siguiente comenzaríamos la peregrinación pero esa noche descansaríamos en la pajería
donde quizás hiciéramos uso del puppet libre, una aberración en sí mismo pero
necesaria para expiar mis muchos pecados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario